¿Te
ha pasado? Tener que huir de tu mundo convencional para ocultarte , para
olvidar a esa persona que tanto amas y a la vez aborreces. Yo solo quería tocar
la arena húmeda con mis dedos, perderme en la infinidad de mi playa favorita,
aquella que siempre estaba vacía a pesar de que fuera el verano más poblado de
todos. Fue entonces que vagué días y noches, alejándome de todo aquello que me
hiciera recordarlo. Por fin descansaba de la academia, los ensayos y los
problemas de casa, ahora solo se trataba de mí y el sol cayéndome sobre la piel.
Todo
estaba bien, hasta que se me ocurrió ahogar mis penas. Me senté en alguna
esquina a ver la luna y las estrellas, pensando en mis aventuras de juventud. Reía
de mi misma y después lloraba, no podía creer como la vida podía llegar a ser
tan problemática. “No te estanques o se te pudrirá el espíritu” me decían mis
pocos amigos, “conocerás a otro” me aconsejaban mis padres.
Y
es que el primer amor suele ser difícil,
eres tan inexperto que termina por romperte tu pequeño corazón. Tenía que
sacarlo todo, así que empecé a gritar, grité tan fuerte que desperté a todas las
criaturas nocturnas de mi interior. No sé ni qué llevaba puesto, pero estoy
segura que tú lo recordarías.
De
pronto, frente a mí, estaba un chico solitario escuchado mis extraños gritos,
me acerque a él y le dije ¿Qué miras? él
respondió intrigado: ¡A ti! ¿Cómo imaginar que serían años de espera a partir
de ese día? Él escuchó todo lo que tenía que decir y le dio reposo a mi alma.
Era
unos años menor que yo, pese a ello tenía en su boca las mejores palabras para
un corazón roto. Nunca había conocido a alguien así, hasta el tono de pronunciar era distinto a lo que había escuchado. Entonces,
estaban ahí varados dos extraños hablando de cosas aún más extrañas, unidos por
ese corto verano.
Inaudito, yo escapando del amor y me encuentro
quien se enamora de mi locura, jamás me
sentí tan relajada con alguien, tal vez fue la manera en que lo conocí o saber
que todo acabaría antes de poder enamorarme de él. En poco tiempo hacíamos todo
en pareja, indivisibles el uno del otro
y aun así aceptaba que todo terminaría antes de poder despedirme de él.
Aquel
verano se fue entre mis manos y en la vereda del camino de regreso a casa lo recordé, vi desde
el retrovisor aquellos momentos tan gratos. Al regresar a mi hogar, caí como un
meteorito haciendo explosión en ese mal de amores del que tanto quería salir; a
pesar de eso, no pude evitar seguir pensando durante un año entero en aquel
chico que conocí el día de su
cumpleaños. Pero uno siempre se hace el fuerte en esos casos, dejamos que
nuestros demonios hagan el trabajo sucio
y como si nada decidí borrar su número de mi corazón.
“Era
un niño tonto”, insistía cada noche, solo un extraño que conocí a medias en un
verano caluroso, los días se hicieron meses y los meses años, no sé cuántas
llamadas sin nombre evité contestar por miedo a reencontrar mis oídos con su adictiva
voz.
Cuántos
celulares cambie para poder destruir toda huella de su espíritu de persecución. Después de mil penurias y derrotas ; decidí regresar a mi playa
favorita; deambulando como una luciérnaga, esperando que mi luz no se
extinguiera, tratando de encontrar la dirección correcta que me llevara a ese
niño tonto de mi nostalgia.
Esta
no es una historia de amor con final feliz, aunque al principio lo parezca. Les diré, lo encontré, pero ya no era ese niño
flacucho y enano, su risa también era diferente, tanto que ya no pude
reconocerla. Traía en su cabeza una gorra roja y sin pensarlo me la probé, aún
sigo enojada por aquella persona que decidió llevársela sin saber que era mi
más preciado tesoro. Solo le diré que
esta vez aproveché cada hora del verano.
Fuimos
a un cuarto con cuatro paredes grisáceas, nos escondimos ahí sin un reloj en la
pared, nuevamente su cuerpo rodeaba el mío, pero no hubo tiempo suficiente para
las palabras, solo las hubo para la segunda despedida; quizás la peor en mi corta vida.
Otro
verano había pasado y nuevamente mire su espalda sin poder pedirle que se
quedara, el color de aquel techo que miré arrepentida durante días, se
encuentra petrificado entre mis tristes pupilas, los días de sol se extinguieron
y mis actividades convencionales dejaron
enterrado a ese joven tan lejano y cercano a la vez.
Más
veranos pasaron, sin él, sin mi… sé que
lo recuerdas como si fuera ayer. Busqué centenares de caras en redes para saber de ti otra vez, pero nunca supe tu verdadero
nombre, qué tonta jamás te lo pregunté.
Es
inevitable como el corazón puede resguardar a más de una persona a la vez, no
quiero mentir, claro que amé a otros durante el tiempo que pase recordando el
verano , pero ninguno de ellos fueron tú. Claro, sé que amaste a muchas durante el tiempo que
no supiste de mí, pero eso es algo a lo que no le tomo la mínima importancia
porque ninguna era yo.
Otro
verano llegó y el autobús salió. Lo mejor de encontrarte después de tantos años
fue el saber que tú estarías ahí para mí y yo para ti, sin preguntas, sin dudas
y sin reclamos. Esta vez todo fue diferente, decidiste llevarme a tomar un café.
Hablamos hasta la madrugada y callamos hasta el atardecer.
La
única pregunta que quería hacerte era si nos volveríamos a ver el siguiente
verano, pero una vez más terminé sufriendo tu partida, sin tener la fuerza
suficiente para decirte que debíamos dejar todo a un lado y escapar de nuestra
desgastante realidad.
Me
preguntaba todo el tiempo si lo mejor era ignorar tu rostro la próxima vez que
te viera, o si lo mejor sería no regresar jamás a esa pasmosa vereda de arena,
hiel y sal donde siempre te topaba. Pero tú me llamabas desde la lejanía,
pidiéndome volver, esperando sentada sobre esa gran roca tan erosionada por el
mar, como mi corazón por aquel pesar sobre mi espalda que había cargado durante
tantos veranos por el simple hecho de
bajar la guardia y enamorarme de ti.
Muchos
años pasaron para que mi agotada mirada encontrara tu sonrisa tan efímera en mi
incongruente vida; por fin estábamos frente a frente queriendo decirnos la
verdad, queriendo preguntar, queriendo saber si el destino solo éramos tú y yo
con un velo que no nos dejaba ver claramente.
Para
ese entonces ya era tarde, pues cada uno tenía atado a sí mismo un ancla, aquella que no nos dejaba alejarnos
del barco llamado “estabilidad”; el gusto entre nosotros era insuperable, era
magnánimo, pero nunca enfocamos nuestra vida unida.
Sin
embargo, era un hilo rojo el que nos ahogaba recordándonos cada madrugada aquel
verano, aún en nuestras lejanas camas, aún en nuestra vida tan distinta a lado
de personas nada parecidas a nosotros.
Siempre
quise saber que era lo que tu sentías al verme, lo que tu pensabas al
reencontrarme, lo que tanto te hizo volver a esa confinada vereda. Pero el
trabajo, el estudio, las actividades convencionales que me hacían arrepentirme
a la mitad de todo, dejando a un lado el planear mi futuro junto a ti; o quizás
fue el miedo o quizás, solo fue nuestra maldita estupidez.
Sin
darme cuenta era aquella típica madre de familia, organizando la fiesta de
cumpleaños de su esposo, con todos esos amigos que decían conocernos. No puedo
quejarme, siempre tuve todo, pero jamás te tuve a ti, o al menos no como yo
quería.
Me
di cuenta que no tenía fotografías tuyas, que nadie de mi familia o conocidos
te habían visto de frente, que nunca llamé a ese número que una vez me diste y decidí
borrar en aquella época de frenesí.
El verano se acerca y aún con todo lo
malo y lo bueno de mi vida, miento a mi
esposo para ir a esa erosionada piedra, pero tú no estas, todo está completamente
removido en nuestra playa por aquellas tormentas que comentaron en las noticias meses
atrás. Me pregunto si después de tanto tiempo, regresarás este verano a nuestro
lugar favorito, te juro que esperare tantos días como pueda…
Recuerdo
aquel día que nos vimos por última vez , después de mecer nuestros cuerpos en
la hamaca, de amarnos durante toda la noche, de probar tus agridulces labios,
respirar el humo del tabaco y mirar tu silueta bajo la sombra de la luna roja;
alguien te llamó, no quise preguntar si era tu esposa, tu madre o algo
importante del trabajo, solo vi que tu rostro se puso totalmente pálido, me
abrazaste contra la pared y me pediste que te esperara unas cuantas horas; pero
me fui, yo me fui de ese lugar tan pronto como te vi partir.
Mi esposo acaba de entregarme una carta, los
papeles de una cabaña en la misma playa donde paso todos mis veranos; hubiera
sido un hermoso detalle, pero lo marcó con su despedida de por vida, sin
ninguna explicación. Antes de ello, me pidió que no leyera la carta hasta
llegar a una extraña dirección.
Estoy
estacionando mi coche y puedo notar que en medio de la nada, entre grandes
cerros y árboles de altas copas yace una piedra tan parecida a la nuestra. En
ella está escrita el nombre del hermano de mi esposo, aquel chico que tanto
recordaban mis suegros por su enfermedad incurable y más aún la forma tan cruel
en la que murió. La fecha escrita es la misma en que tú y yo nos despedimos por
última vez, aquel día en que me pediste esperar.
Las
coincidencias empiezan a desenrollar respuestas claras en mi retorcida cabeza,
así abrí la carta de mi esposo pero esta no es su letra, tampoco está mi nombre, parece
ser una carta para mi esposo. Su hermano le cuenta sobre el amor de su vida, de
cómo dejaría el hospital y las quimioterapias para vivir en una hermosa cabaña
que compró el día que la conoció. De cómo sucedió un milagro, pues los médicos
le dijeron que viviría cinco años más después de tantas operaciones, él por fin
le pediría matrimonio, tendría dos hijos
y la haría la mujer más feliz del mundo.
Esa
carta la escribió el hermano de mi esposo el que nunca me mostró en fotos, que
jamás llegue a conocer de frente. Aquí dice que no dijera nada, pues sus padres
se alterarían por su anticipada decisión, ya que él se los diría en el mejor
momento.
Recuerdo
que en esta época mi esposo sufrió un percance en su motocicleta y quedó en hospitalizado
por tres días, pero no es algo de lo que
l le guste hablar, así que jamás toqué ese tema con él, solo sé lo que me
habían contado sus amigos y familiares.
Supongo
que…
Él
cargo todo el peso solo, durante tanto tiempo y decidió regalarme cinco
increíbles años de su vida, la hermosa cabaña y dos hijos, tal y como tú lo
deseabas, antes de morir en aquél accidente automovilístico rumbo al hospital
donde yacía tu hermano.
La
tormenta no se llevó aquella erosionada roca, fue mi esposo,, la puso aquí
frente a mí. Donde moriste desangrado, pensando que yo estaría esperándote por
siempre, pero la verdad es que me casé con tu hermano un año después de eso, y
tuvieron que pasar seis años para poder arriesgarme a saber tu nombre real,
mismo nombre que hoy lleva mi hijo.
Me
casé con aquel hombre , aquel que decidí odiar, no te esperé ese día porque yo también recibí
el llamado de una gran amiga de ambos que me dijo que estaba grave, así que
salí tan rápido que ni siquiera me importó saber si regresarías.
Ahora
mismo me arrodillo ante ti, para nombrarte mi amor , gracias por acercar a mí
al mejor hombre del mundo, aquel que cargó con este peso tanto tiempo. Molesto
por que las cosas no salieron como él creía que sucederían. Pero tengo que
decirte que no esperé tu regreso, no te amaba y ahora tengo que ir tras él para
solucionar todo esto.
Yo no he olvidado tu rostro, pero si
lo que me hacías sentir; sé que tú recordarías
perfectamente lo que traía puesto el
primer día que nos conocimos, aunque jamás podrás hacerme feliz… aunque tu
cuerpo se extinguió donde me encuentro
varada y tengo el momento en mis manos para despedirme de ti, solo te puedo
decir: vete tranquilo, tú siempre serás mi verano.